(V) Straight Up.
- julianponsone99
- 13 ago 2020
- 11 Min. de lectura
Actualizado: 3 jul 2021
El 15 de julio de 1930, en la Argelia francesa, nacía Jaques Derrida. Su nombre no es muy conocido. Filósofo de estilo dadaísta, como dicen algunos, creó y difundió una de las corrientes filosóficas más conocidas entre los ciudadanos de a pie y que, por lo menos en Argentina, intuyo el origen de su proliferación defórmica en tuiter. Derrida es quien desarrolló el deconstructivismo. Me asombra cada día más como su apellido no es reconocido. Nadie sabe quién fue pero todo el mundo está familiarizado con la palabra deconstrucción y en particular: todo el mundo tiene una postura sobre el tema. Es fascinante cómo en nuestro país, de cultura tan personalista, donde un buen disparador de debate de bar es el clásico ¿Sos bilardista o gallardista? La teoría de Derrida llegue sin tutela, así, solita: la deconstrucción. Aún más interesante es pensar que gran parte de la población no la asocie con la filosofía sino más con las cuestiones de género y sexualidad, no porque sean cuestiones esquivas a una mirada filosófica sino porque no se enmarcan desde su génesis en una tradición academicista del área. Es también interesante que proliferen, como conejitos en primavera, las distintas definiciones sobre el concepto, a favor o en contra del mismo, cuando el propio Derrida lo define como indefinible. No encontré bibliografía lo suficientemente amena como para volcarla de manera pertinente en éstas páginas, pero sí una entrevista al propio pensador donde responde a la pregunta ¿qué es la deconstrucción?:
[…]La deconstrucción, la experiencia deconstructiva, se coloca entre la clausura y el fin, se coloca en la reafirmación de lo filosófico, pero como apertura de una cuestión sobre la filosofía misma. Desde este punto de vista, la deconstrucción no es simplemente una filosofía, ni un conjunto de tesis, ni siquiera la pregunta sobre el Ser, en el sentido heideggeriano. De cierta manera, no es nada. No puede ser una disciplina o un método. A menudo se la presenta como un método, o se la transforma en un método, con un conjunto de reglas, de procedimientos que se pueden enseñar, etc.
No es una técnica, con sus normas y procedimientos. Desde luego pueden existir regularidades en las formas en que se colocan cierto tipo de cuestiones de estilo deconstructivo. Desde este punto de vista, creo que esto puede dar lugar a una enseñanza, tener efectos de disciplina, etc. Pero en su principio mismo, la deconstrucción no es un método. Yo mismo he intentado interrogarme sobre aquello que puede ser un método, en el sentido griego o cartesiano, en el sentido hegeliano. Pero la deconstrucción no es una metodología, es decir, la aplicación de reglas[…]
Entre sus discípulxs destacan Paul Preciado y Virgine Despentes, quienes son increíblemente valiosxs para el pensamiento queer occidental cuyos textos Manifiesto Contrasexual, Testo Yonki y Teoría King Kong recomiendo abiertamente.
Mencionado esto: ¿Por qué caímos en la rivalización de Lxs tóxicxs vs. Lxs deconstruídxs? ¿Hacía falta? ¿Por qué esa imposición y reglas de la falsa deconstrucción se imprimen especialmente a las identidades queer? ¿Es punto de partida o punto de llegada?
Si todavía no viste Straight Up, te recomiendo que lo hagas y luego sigas leyendo.

Al terminar de ver ésta película me quedé con la sensación de que me faltaba algo, como si hubiese estado cada minuto esperando que pasara lo que nunca terminó pasando. No me sorprendió de ninguna manera; de hecho, toda la trama se basa en cosas que esperamos que pasen y no suceden, así que no puedo culpar a los creadores por no darme lo que quería. Una de las cosas que quería que sucedan era que la catch phrase con la que venden la película no fuera tan categóricamente literal. La frase de la que hablo es “Él puede que sea gay, a ella puede que no le importe” que da forma a la trama y que a pesar de mis expectativas fue efectivamente problemática al momento de seguir la historia.
Sin embargo, es justamente ese exceso de problematicidad en la trama lo que –intuyo– se buscaba. Tanto la historia como los personajes parecieran ser la hipérbole de una parodia a la generación millennial y a las circunstancias que le atraviesan. En éste sentido toma un no menor protagonismo las nuevas maneras de conectarse con la sexualidad, los nuevos vínculos sexoafectivos y, sobre todo, los procesos de deconstrucción. Pero, como centennial fanático de esa palabra, no pude evitar preguntarme: ¿Por qué somos nosotrxs lxs unicxs que se muestran verdaderamente deconstruyendo lo heredado?
El personaje principal es interpretado por el también director y escritor de la película James Sweeney, quien es gay y reconoce que el personaje está un poco inspirado en su propia experiencia. Además, la gran mayoría de los personajes del filme son disidencias sexuales y es una de las pocas historias que analizaré en estos posteos que transcurre en la época actual y que, además, no muere nadie. Empero, que la primera impresión del personaje principal lo muestre como un hombre gay decepcionado de su propia imagen del ambiente gay y que busca el amor (en términos de pareja), no quiere decir que automáticamente alguien como yo, por ejemplo, se vea representadx.
De hecho, Todd más que ser un héroe puto icónico es un anti-héroe homosexual. Cada aspecto de su personalidad lo vuelve insoportable. Desde la rapidez con la que habla hasta las referencias que usa para hacer sus filosas observaciones lo vuelven detestable. A esto se le suman sus múltiples manías y trastornos obsesivos compulsivos, además de algunas fobias o repulsiones varias. Sin embargo, incluso no estando de acuerdo con lo que planteaba en las reflexiones que ofrecía no podía dejar de pensar que de uno u otro modo tenía razón. Aún cuando lo que el personaje representaba me resultaba sumamente cuestionable podía ver como eso que me molestaba venía de un lugar, por lo menos, entendible.
Caso similar es el de Rory, interpretada por Katie Findlay, personaje que sería el objetivo romántico del protagonista y quien comparte con este gran parte de sus impedimentos para relacionarse con otrxs. A esto se le agrega que ambos parecieran ser “almas gemelas intelectuales”, como lo plantea Todd en alguna escena. En éste orden de pensamientos los protagonistas comienzan a proyectar en el otro una potencial pareja bajo la premisa de que el sexo no iba a formar parte de la dinámica de la relación. Hasta acá pareciera que todo bien.
El problema con esta propuesta es que no viene de un lugar de genuina falta de deseo sexual sino más bien como una suerte de resignación a que encontrar un alma gemela intelectual y, a la vez, sexual resultaría imposible. Además, Rory carga con varios traumas y malas experiencias que parecen condicionarla al momento de pensarse sexualmente activa; lo que se pone en paralelo a que Todd no puede disfrutar de ningún contacto físico por sus fobias a los fluidos corporales, a los olores y a todo lo relacionado con lo que naturalmente salga de un ano o una vagina.

Podría, si quisiera, simplificar el asunto y decir que Rory estaba un poco harta de los onvres y sus brutalidades y que Todd era un asquerosito que no supera lo anal. Pero es en la complejidad que se plantea y la búsqueda activa que los personajes llevan para hallarse en esa complejidad donde entra el temita de la deconstrucción. Y en este sentido me saco el sombrero ante los creadores, quienes se arriesgaron a producir algo tan complejo y confuso que va a ser de las tramas que problematizaremos en el futuro pero que ahora no tenemos juicios del todo claros. Me parece mucho más valioso tomar ese riesgo que hacer algo vacío de contenido real y que repite viejas dinámicas o se resguarda detrás del escudo de una época pasada para verse inmune a las críticas…(CMBYN te estoy hablando a vos…)
Principalmente son dos los aspectos a los que se convoca a los personajes a deconstruir. El primero sobre el uso y abuso de las relaciones sexuales entre miembros de una pareja como indicador de la calidad de la misma, y sobre el peso que se le da a tener una vida sexual activa. El segundo, relacionado con los estereotipos que cargan las disidencias y sobre todo si es posible que exista una queer-normatividad donde el cumplir con el arquetipo de una disidencia supone que formás parte de la misma.
El primer aspecto pareciera ser más sensato y seguro nos atraviesa a todxs. Creo que nos atraviesa a todas las personas que nos hayamos involucrado sexo-afectivamente con otrx y que estamos todxs de acuerdo con que es necesario reflexionar al respecto. Pero el segundo tema es tanto más complejo que si bien no puedo anularlo tampoco puedo pensarlo válido. Es justamente este limbo mental al que nos convoca la trama constantemente; sin darnos respuestas claras sobre nada, ni siquiera haciendo las preguntas correctas pero de alguna forma diciendo “bueno, qué onda con esto?”. Lo cual me parece que es la mejor definición del proceso de deconstrucción al que se someten las nuevas generaciones.
Nuestro anti-héroe asiste a terapia hace tiempo. Se la pagan sus padres, de clase media alta, porque sus ingresos como housesitter y organizador de armarios no le permiten hacerlo por sí mismo. En una de las primeras sesiones que se muestran y vistiendo unas ropas vintage style le explica a su terapeuta su más nueva obsesión. Con muchos gestos amanerados que ayudan a su argumentación –o no– le dice que piensa que no es gay, sino que simplemente parece gay y por lo tanto sintió toda su vida una presión social para que así lo sea; pero viendo que todas sus relaciones fallaron y que siente repulsión por lo anal (esto último aqueja particularmente a Todd) comenzó a pensar que tal vez fuera heterosexual y no se dejó probar.
Fue éste extraño planteo lo que me hizo querer escribir sobre la película, aunque al principio fuera otra la tesis. Originalmente fue “¿Cuántas maneras distintas puede haber de meternos en el clóset?”. Sin embargo, para cuando la película termina uno puede llegar a entender que el no asumirse homosexual viene más por el lado de la frustración que el de la represión. Él ya había intentado involucrarse con hombres y de manera muy abierta aunque sin conseguirlo, por lo tanto ahora buscaba otras identidades con las cuales involucrarse. Me pregunto qué hubiera pasado si al final de la película Todd realmente era heterosexual. ¿Validaría eso la queer-normatividad? Y si terminara con un desamor aceptando la idea de que estos seres hechos de cinismo y TOCs no pudieron hacer que la relación funcione, ¿Se hubiera querido mostrar que el sexo es realmente tan importante que ni siquiera un lazo tan profundo como el de ellos pueda existir sin él?
Por fuera de lo que podríamos imaginarnos que puedo haber pasado, al cerrarse la trama Todd se reconoce gay y Rory comienza a proyectarse en vínculos con otrxs. A pesar de esto, pareciera que tampoco permiten que esto se interponga en su relación. La película termina con ellos dos jugando a un juego de mesa tirándose algunos palos sobre lo que vivieron juntos y las cosas que se prometieron alguna vez. Pasados unos segundos un tercer personaje varón se sienta con ellos y los observa jugar sin hacer más que una o dos intervenciones que no esclarecen nada. La pregunta casi natural que esto genera es: ¿Este personaje con quién está? Por más que odie los finales abiertos creo que no pudo ser de otra manera más que ésta en donde no se sabe qué pito toca este desconocido. Un final que genera tanta confusión se corresponde inmediatamente con el resto de la trama y el tema principal.
Hasta acá podríamos argumentar que la obra en su completitud está bastante acertada pero me conflictúa que la idea sobre la deconstrucción venga acompañada de otras ideas como la de resignación, de cinismo, de sobre-racionalización, de conformismo o, incluso, de practicidad. Los protagonistas se resignan a ellos mismos por no tener alguien más tradicionalmente proyectable como objetivo romántico. Los dos se plantean sobre-analizadores y es ésta característica la que permite que crean más práctico estar juntos aunque el otro nunca los satisfaga sexualmente que el tener que buscar a alguien que sea sexual e intelectualmente compatible. Por lo menos yo no veo qué lugar ocupa el amor dentro de tanto cinismo y raciocinio.
Por otro lado, siempre somos las disidencias lxs que tenemos que repensar nuestras relaciones y las dinámicas sobre las que se construyen. Es muy común ver historias que reversionan los clásicos, por ejemplo Maléfica (Disney, 2014). Sin embargo, cuando se piensa en las dinámicas clásicas del amor romántico se vuelve mucho más difícil darle una vuelta de tuerca el argumento. Una de mis películas favoritas es He´s Just Not That Into You (2009) ó Simplemente No Te Quiere Tanto. La obra está basada en un homónimo libro (casi de autoayuda) que busca reflexionar acerca sobre lo mucho que nos cuesta aceptar que el otrx no nos quiere o dejó de querernos, sobre todo las femeneidades.
La trama gira alrededor de un grupo de amigas y otros personajes conectado a dicho grupo (todos heterosexuales) que se ven envueltos cada unx en alguna dinámica sexoafectiva diferente dentro del gran espectro de arquetipos de relaciones habidas y por haber. Para dar un ejemplo menciono el del personaje de la actriz Jenifer Anniston. Beth estuvo casi 7 años en una relación estable y de convivencia con el personaje de Ben Affleck, Neil, quien dice no creer en el matrimonio y se niega a hacer la gran pregunta. El casamiento de una de las hermanas de Beth genera tensión en la pareja y se separan. Sin embargo, cuando el padre de ella tiene un infarto es la única que ayuda en su recuperación y puede ver de cerca que la vida marital de sus hermanas no es cuento de hadas. Además, los maridos de éstas estorban más de lo que ayudan y ella se da cuenta que en realidad el amor que tenía con Neil valía más que cualquier papel.
Obviamente, como buena comedia romántica que es, la historia de Beth no termina ahí. Al final su novio termina proponiéndosele y uno intuye que vivieron felices para siempre. Es eso lo que me gusta de la película. Me tiene la primera hora y pico viendo cómo los personajes rompen las ideas que tienen sobre cómo deberían ser sus relaciones y en los últimos minutos le asigna un “final feliz” de romcom clásico a todxs. Incluso los que no terminan emparejados terminan empoderadísimos y es igual de genial que si hubieran terminado en casorio. Porque lo genial es eso, que te muestren cómo ciertas dinámicas son heredadas o cómo esperar ciertas cosas es poco práctico o innecesario pero; que al fin y al cabo si podés encontrar el final imposible, si es ese tu deseo, ¿por qué no tenerlo?
Lamentablemente, dentro de todos los arquetipos de relaciones que la película He´s just not that into you presenta, no había lugar para historias de amor no heteroconforme. Por eso mismo quisiera cerrar con la siguiente idea. En los primeros posteos dejé caer un reclamo por nuestro legítimo derecho a flasharla con el amor. A que nos dejen pensar por 90 minutos que se puede construir una relación en la que nos sintamos como en un cuento de hadas. Mi principal argumento para ese reclamo era que en las tramas queer la ficción era muy dramáticamente parecida a la realidad. Pero pareciera que al momento de reclamar derechos, aunque sea el derecho a flasharla unx tuviera que presentar el carnet de impolutx y, junto a ese, el de "totalmente deconstruidx", cosa que no pareciera que se les exija a los pakis al momento de hacerlos flashar amor en una película. Entonces, en este posteo expando ese argumento original y digo: siendo una disidencia, pensarse objeto y sujeto del deseo y del amor, por más imposible que parezca, es deconstruirse.
Porque nuestros encierros no fueron en torres lejanas a la espera de ser rescatadxs, fueron en oscuros armarios rogando que no nos saquen a la fuerza. Porque uno no espera un amor para toda la vida sino que no nos mate el hecho de haber amado. Porque el matrimonio no fue una imposición sino una derecho a conquistar y todavía por conquistar. Porque la crianza de niñxs no fue algo arduo que preferiríamos no hacer, sino una imposibilidad. Porque cuando pienso en lo que se me convoca a deconstruir veo dinámicas de la que no participo, no porque no quiera sino, porque no me invitaron nunca a participar. Del amor para toda la vida, del amor a primera vista, del beso de amor verdadero…
Quisiera poder a lo largo de los posteos reflexionar de las dinámicas que sí nos compete repensar e invitarlxs a apropiarnos de aquellas que se nos negaron. Porque volviendo a nuestra película de hoy podemos ver que buscar un amor que lo tenga todo es poco práctico, sí. Pero ¿Por qué no flasharla, aunque sea por una hora y media?
Incluso la música elegida para el soundtrack de la película me resulta tan desconocida pero a la vez tan pertinente a las escenas que me hace replantearme la idea de lo que debería ser un soundtrack. Ninguna canción elegida destaca por sobre las otras, pero mi favorita fue That Thing, de Hazel English.
En el próximo posteo estaré comentando Pride, entre otras películas que hablan sobre historia LGBT+. Spoiler alert: son películas históricas, no hay spoilers. Duh.
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