(IV)Call Me By Your Name
- julianponsone99
- 27 jul 2020
- 11 Min. de lectura
Actualizado: 25 feb 2021
Hasta ahora hablé de tres películas que de alguna u otra manera buscan vender el mundo queer a un público heterosexual. Las próximas tres, a mi criterio, las podemos categorizar como “películas que se esperan que las disidencias veamos” ya que de alguna u otra manera hablarán de cosas que manejan un grado de especificidad tal que “sólo nosotrxs entendemos”. Digo esto entre comillas porque que algo sea "referente a" no quiere decir que sea del todo representativo. En particular, la obra que comentaré en éste post, Call Me By Your Name, es un claro ejemplo de los borrosos límites del queerbaiting. Éste término en inglés alude a las prácticas en la producción de contenido dónde se incorporan elementos de referencia al colectivo LGTBQ+ con el único objetivo de que éste público consuma ese contenido. Sin embargo, no siempre el contenido que se ofrece es representativo de los reclamos que la comunidad en general lleva a cabo ni es razonablemente comparable con las experiencias que ésta vive en su cotidianeidad.
En este sentido se plantea una diferencia entre, por ejemplo, yo que como hombre gay escribo sobre películas queer y espero que otras disidencias me lean y, por ejemplo, una cantante pop que incluye en sus letras frases con sentido lésbico sin necesariamente ser lesbiana, buscando que la comunidad se identifique con sus canciones y la consuman. Aunque parezca sencillo ver la diferencia no siempre lo es. Los límites no siempre son claros y el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Por esto no voy a ser yo quien juzgue con qué contenidos la gente se siente identificadx o no, pero sí quiero invitar a que veamos con un pensamiento crítico cuáles son los contenidos con los que nos embanderamos antes de subirnos a un bondi al cual no estamos del todo manejando.
Tengo toda mi fe puesta en que la gran mayoría de los que leerán éstas palabras están familiarizados con estos conceptos y entienden al igual que yo, que no puedo aportar mucho a la discusión explayándome sobre éste concepto. Empero, creo mucho más importante que detectar el queerbaiting en una película, el tratar de buscar qué herramientas se utilizan para ocultar o suavizar lo mejor posible que se está produciendo este fenómeno.
Si todavía no viste Call Me By Your Name, te recomiendo que lo hagas y luego sigas leyendo.
Me desperté esta mañana con el sonido de una nueva aplicación para celular que te despierta en el momento de sueño justo para que no te levantes con sensación de agotamiento. Decidido a que el día por venir debía ser pum para arriba me duché escuchando la lista que spotify me recomendaba basado en mis gustos y las últimas tendencias en música. Me vestí procurando que mi gorro combine con mi sweater por si durante el día quería sacarme una selfie para subir como historia a Instagram. De camino a la oficina y escuchando un podcast con reflexiones sobre el teletrabajo me ganó la ansiedad y chequee por tercera vez si la nude que había subido a la redes sociales hace unos días había recibido algún otro megusta. Hundido en la ansiedad generada por esta llamada post-modernidad en la que vivimos, pensé en cómo sería mi vida de haber nacido en otra época.
Por mucho que me gustaría poder romantizar el pasado, la frase “todo tiempo pasado fue mejor” no aplica desde ningún punto de vista si sos una disidencia. De todas formas, con CMBYN (Call Me By Your Name) una vez más nos encontramos con una película cuya historia transcurre, nada más y nada menos, que hace 37 años. Como fanático de las películas de época no pude evitar preguntarme: ¿Por qué nuestro amor siempre se cuenta en el pasado?
Como sabrán (por más que no la hayan visto) la película basada en el ho

mónimo libro, CMBYN fue más que aplaudida en términos de vestuario, escenografía, fotografía y edición (Los actores fueron aplaudidos más por la hegemonía de sus cuerpos que por sus actuaciones, pero ese es otro tema…). De hecho cuando se comenta la obra en portales o entrevistas no se deja de mencionar “la sensación de melancolía por el pasado que te deja” lo cual, a mi criterio, es medio tirado de los pelos.
Verán, la obra fue filmada enteramente en unos pueblitos costeros muy remotos de Italia. El vestuario y los comentarios sobre la coyuntura que se dejan caer a lo largo del guion nos colocan en otra temporalidad, claro. Pero debo decir que si tomás a un grupo de porteños muy comprometidos con la onda vintage y los llevas a alguna quinta en el interior de provincia donde sus teléfonos no logran alcanzar señal se genera exactamente el mismo efecto. Digo, además de la ausencia de las aplicaciones de mensajería instantánea y la presencia de algún que otro aparato que luego fue reemplazado por Spotify, no hay elementos presentes de manera tal que condensen una búsqueda más elevada que justifique que la historia transcurra en los 80´s. No hay exceso de referencias a la cultura pop del momento, no hay presente un soundtrack rápidamente reconocible como ochentoso y el hecho de que transcurra en un pueblito de Europa no permite tampoco un juego con las marcas y las publicidades. Entonces, ¿Cuál es el motivo por el cual la historia se desarrolla hace cuatro décadas?
Sólo con el fin de no parecer obtuso en mi argumentación voy a decir que una historia contada en otro tiempo sí agrega una cuota de abstracción y lejanía tal que nos convoca a liberarnos de los ojos de actualidad con los que vemos el mundo. Porque claro, como espectadores no podemos juzgar el pasado con ojos de presente. Sin embargo es esto mismo lo que nos deja en una posición de desventaja al momento de reflexionar sobre los discursos que se reproducen en una película.
Al mismo tiempo, es ésta máxima anti-juicio apresurado algo que también dificulta a los creadores de contenido al momento de realizar sus obras, sobre todo a aquellos que tienen la cola de paja y saben, en mayor o menor medida, que los ojitos que miran lo que producen viven en el presente. Más aún, se ve en los creadores que acuden al queerbaiting un especial afán de realización de contenido que no hable del presente ni pueda ser juzgado por el mismo.
En una entrevista, el autor del libro CMBYN, André Aciman, comentó que uno de sus objetivos al momento de escribir el libro era que no hubiera elementos de discriminación, es decir, que el amorío que se planteaba pudiera crecer sin que haya elementos homofóbicos como únicos responsables de que no suceda. Pero si reflexionamos acerca de cómo no hay machitos gritándoles cosas o haciéndoles bullying lo primero que puedo pensar es que, de hecho, no había en el pueblito nadie como para gritarles nada. La población era casi nula y para colmo ellos se la pasaban en una especie de fortaleza alejados de todo. Si la única manera que se les ocurre para que en una historia no haya homo-odiantes es que (literalmente) no haya nadie, me hace un poco de ruido.
A decir verdad, tampoco es que no hay situaciones de discriminación, simplemente no la ejercen los arquetipos de personajes que esperamos que la ejerzan. En una escena de la película se presenta a una pareja gay muy amigos de la familia protagonista. Elio, el personaje de Timothée Chamalet, muestra cierto rechazo a éstos y busca evitarlos constantemente. El padre de Elio lo confronta y le pregunta cuáles son las razones por las que no corresponde las múltiples muestras de afecto que éstos hombres le ofrecen a Elio de manera tan familiar y noble.
—¿Es porque son gays? —Le pregunta el padre a Elio—Creí que te habíamos criado mejor que eso.
Los momentos en los que Elio muestra más rechazo o actitudes de falsedad para con ésta pareja son en los momentos en los que alguno de sus integrantes se muestra más amanerado o tira algún bocadillo que se podría considerar muy de trolo. Lo que esto agrega a la trama es que Elio tenía cierto rechazo a verse a sí mismo como gay, pero no como cualquier gay, sino como un gay maricón. No tiene ningún tipo de inconveniente en proyectar en Oliver (Armie Hammer) algún grado de homosexualidad (o bisexualidad), quien es masculino y deportista pero a la vez intelectual y reservado y tiene todas las cualidades que no se les atribuyen a los mariposones. Así podemos ver que sí hubo, a pesar de las intenciones, situaciones de homofobia y de la del peor tipo: la internalizada por parte del personaje que se hizo conocido, por sobre todas las cosas, por la imagen en la que está manoteándole el ganso al otro protagonista.
Es importante destacar que es el padre quien confronta a Elio sobre ésta situación. Sobre todo porque (como no puede faltar en una película temática queer) la coming out story la protagoniza éste. En la penúltima escena, luego de regresar de haber despedido a Oliver, Elio se encuentra hundido en una tristeza inmesurable y habiendo notado esto su padre acude a consolarlo. Es entonces cuando, sin decir nada de manera clara, se deja entender que él mismo es homosexual (o bisexual) y busca confortar a Elio diciéndole que el affair que tuvo con Oliver es algo que no todo el mundo tiene y debería contentarse con eso.
Ésta escena es problemática en dos sentidos. El primero orbita discursos ya discutidos en otros posteos donde se coloca al amor no heteroconforme en un pedestal de intensidad tal que aunque no dure ni sea significativo es siempre tan importante como para que nos consuele toda la vida. El segundo tiene que ver con la diferencia entre salir del armario y confesar que se está adentro. Plantear una escena donde se confiesa (como un pecado) ser queer sin que esto provoque un antes y un después, ni que se plantee (en el mejor de los casos) algún tipo de reflexión acerca del papel del deseo en la construcción de vínculos para de alguna manera validar un matrimonio en esa condiciones; a mi criterio, no aporta nada. No aporta, no construye, no interpela. En criollo: es al re pedo. Incluso más problemático es que la secuela de CMBYN será la historia del romance gay del padre de Elio, décadas atrás.
Al contrario mío, el actor Armie Hammer sí se sintió interpelado por el personaje y la trama. En una entrevista, al ser comentado el hecho de que en la película no trata sobre las cosas que tradicionalmente tratan las películas queer (enfermedades, coming out stories, actos de odio) el actor responde: “Me encantó que el único antagonista en esta película sea el tiempo. Porque su tiempo terminará y ellos lo saben, y eso es todo. Nadie se enferma; nadie es golpeado por rednecks. Nadie es rechazado por su familia; nadie es rechazado por sus amigos; nadie tiene que salir del armario y luego sufrir las consecuencias”. Honestamente no puedo ni empezar a analizar las cosas que dijo así que no voy a hacerlo, pero una vez más pido que haya disidencias representando disidencias.
Como hemos visto, en general se muestra mucha confusión de parte de los actores al momento de explicar el proceso de formación del personaje o al comentar qué les generó haberle dado vida al mismo. Las instrucciones del director Luca Guadagnino fueron que al momento de las performance se logre mostrar la inocencia del primero amor, la exploración sexual y los sentimientos encontrados que genera la situación “amor de verano”. Sin embargo, Guadagnino (quien sí es abiertamente gay) a mi parecer falla al querer sacarle el drama a un primer amor homosexual eligiendo una historia cuyo momento histórico no coincide con la búsqueda de trama deconstruida que se propone. Hay una gran diferencia entre no robarle un beso a alguien por miedo a que no sea correspondido diciendo “Pensaste mal. Qué desubicado” a que el miedo sea que te digan “Pensaste mal. Qué invertido”. Así como también es muy diferente que lo complicado de la relación sea que dura un verano y sólo un verano y que se sepa de entrada, a que lo complicado de la relación sea que durante todo un verano se viva con la duda de si ésta puede siquiera existir como posibilidad.
En la única escena en la que se los muestra compartiendo intimidad, luego de que todo pasa, los protagonistas conversan sobre lo ocurrido no sólo momentos antes sino también durante todo el verano. La reflexión a la que llegan es que debieron “haber dicho algo” sobre su deseo mucho antes así no perdían el poco tiempo que tenían. No obstante en 1983, año en el que transcurre la historia, fue el mismo año en el que se comenzó a llamar al VIH como Inmunodeficiencia Relacionada a los gays, GRID por sus siglas en inglés (Gay-related inmune deficiency). Es decir, “soy puto” no era algo que la gente ponía en su tarjeta de publicidad, es muy infantil el planteo de “Ay no me di cuenta que te gustaba la pija. Mala mía. Me hubieras dicho algo igual, eh”.
Vemos entonces que hay una constante sobrecompensación. Por cada elemento que se pudiera ver de manera negativa existe otro que busca anularlo o suavizarlo. Como no se quiere incluir violencia homo-odiante, se los sitúa en el medio de la nada. Como no se quiere que el protagonista principal salga del clóset (pero tiene que haber una coming out story) que el que salga sea el padre. Como la familia no tiene que ser ignorante y potencialmente no inclusiva se los formula como gente muy culta que tiene muchos posgrados y se pasan la vida hablando de etimología y cine italiano. Como no se quiere que la historia se centre en el deseo gay se incluye otro amor con alguien del sexo opuesto para que la historia sea la exploración sexual en general. Y así podemos seguir enumerando sobrecompensaciones.
Las llamo sobrecompensaciones porque no son meros elementos sumados a la historia. Son elementos que no tienen mucha concordancia con la coyuntura ni se desarrollan del todo de manera natural y lo único que aportan a la trama es que, al momento de analizarla, uno no pueda criticar ciertos aspectos porque están aquellos otros que ponen en jaque el proceso argumentativo. En ésta línea de pensamiento podemos encontrar respuesta a nuestra pregunta inicial. Las historias se plantean en otra época porque el desarrollo de la historia en el pasado es el recurso que aglutina todas estas sobrecompensaciones, con la misma máxima que veíamos al principio: no se puede juzgar el pasado con ojos del presente. Cuando la historia se cuenta en pasado se validan un montón de falencias de la trama, algún que otro discurso que queda mal planteado, la carencia de discursos de empoderamiento positivo; entre otros horrores. En la dudosa línea entre lo criticable y el “hicieron lo que pudieron en esa época” descansa el queerbaiting.
A riesgo de parecer caprichoso al momento de hacer jucios, debo decir que hubiera hecho la vista gorda a todo esto que comenté arriba si tan solo la historia hubiera terminado en final feliz. Perdonaba sin dudar, el haberme fumado 130 minutos de tomas larguísimas y sin acción o el haber tenido que ver a Timothée Chamalet masturbarse con un durazno si tan sólo Oliver se hubiera bajado del micro y se comían la boca y de pronto comenzaba a llover y no les importaba nada y se reían y viven felices para siempre. Bueno capaz no tan así…pero la película termina con Oliver casándose con una mina que ni sabemos quién es y una toma de casi dos minutos de Elio llorando frente a una chimenea. No es muy prometedor que digamos.

Habiéndose gastado fortunas en vestuario, producción, investigación, derechos de autor, clases de idioma para los actores, elementos clásicos de hace 40 años, etc, etc; ¿Qué les costaba hacer un final feliz? Con lo que les habrá costado encontrar los autos clásicos que se muestran en la película ¡Qué les costaba no hacernos llorar por dos minutos mirando el vacío! Es hora de que los creadores entiendan que nuestro amor no vale más sólo por ser disidente y que sus películas no serán mejores sólo porque consiguieron un VW Escarabajo modelo 1980.
Lo peor del asunto es que ni siquiera el tema principal es de los ochentas. Ni siquiera esa mínima cortesía tuvieron con ésta pobre década que tanto nos ha dado. La canción es Mystery Of Love de Sufjan Stevens. Habla de los primeros momentos con un nuevo amor y del desamor también. Pero cuidado, si te histeriqueó por tres meses y después se fue con otrx que no te llame ni por tu nombre ni por el suyo ni por nada. Y vos, dejá de llorar queriendo resolver misterios y ponete a bailar escuchando Lizzo. Es el 2020, papu. Lo único pluscuamperfecto tiene que ser el amor.
La próxima película que voy a comentar el Straight Up. En inglés es una expresión que se refiere tanto a “enderezarse” como a “heterosexualizarse”. Spoiler alert: lo único gracioso de la película es el título y es malísimo.
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