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(III)Holding The Man

  • julianponsone99
  • 18 jul 2020
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 25 feb 2021

Estaba cortando verduras con un cuchillo recién afilado, dejándome llevar por el distrayente ritmo de alguna canción que ya no recuerdo. Estaba sólo por unas horas hasta que mi familia llegara a la casa, hambrientos, a preguntarme si había cocinado algo. Me había propuesto seguir una receta bastante prometedora a pesar de ser vegetariana, que era la única militancia que llevaba ese yo pasado de 15 años. Tenía todo encaminado pero faltaba picar cebollas, cosa que en ese momento me disgustaba hacer porque el tamaño del corte nunca conformaba de manera uniforme a mis comensales. Intentando cumplir sus expectativas fue que momentos antes había afilado considerablemente el cuchillo a utilizar. De hecho, fue tal el filo que le impuse que en algún intento de baile improvisado y poco hábil dejé que la confianza en mi herramienta de trabajo la llevara a cortar no sólo la cebolla, sino también parte de mi dedo índice.

Fue un corte bastante corto y poco profundo. Lo único terrible fue la sorpresa con la que llegó. Sin embargo, no puedo darme idea de cómo logre que el corazón no se me saliera del pecho. Ese fue el primero de varios mini-ataquesitos de pánico ocasionados por la imagen de mi sangre en potencial comida. No pude calmarme hasta haber descartado todo lo que había cortado esa noche. Toda esa comida, incluso la que no había tocado o estado cerca de mi sangre, fue a parar a la basura.

No estaba pensando en ese momento en la falta de higiene o estándares bromatológicos; estaba pensando en que mi sangre podía matar a mi familia de alguna manera. Unas semanas antes había tenido, de manera poco inteligente, sexo sin protección. Por supuesto, como lo haría cualquier persona defraudada por la educación sexual impartida por los colegios católicos, solamente podía imaginarme que el resultado de mi exploración sexual con otro hombre desencadenaba en una transmisión de VIH. “Si no tiro todo los mato de SIDA” pensaba.

Obviamente, los años venideros se vieron cargados de información y otras militancias que me llevan hoy a descartar sólo la comida justa como para no hacer enojar a la gente de BromatologíaEnCasa. Aun así, no puedo decir que en alguno de estos años haya visto alguna película en la que no muramos si contrajimos VIH o que el bicho, como quien dice, no sea planteado desde un lugar demasiado próximo a la muerte o a la miseria.

Holding The Man muestra una hermosa historia de amor entre dos chicos que asisten al mismo colegio y se enamoran perdidamente. Casi amor a primera vista, casi amor de toda la vida. Mejor dicho, sí, amor de toda la vida, corta vida. Ambos mueren de enfermedades relacionadas al SIDA en los últimos 25 minutos de película.

Si no viste Holding The Man, te recomiendo que lo hagas y luego sigas leyendo.

 


Cuando empecé a proyectarme escribiendo estos posts me veía como una versión aún más gay de Carrie Bradshaw en Sex and the City. Nada más lejos de esa fantasía me veo bastante interpelado por la conductora y actriz de televisión Virginia Lago. ¿Se acuerdan? Tenía un programa llamado Historias del Corazón y presentaba películas que básicamente pretendían apelar a la emocionalidad del televidente, tocando temas, por así decirlo, delicados. Llegado a un punto, al ser un programa de emisión diaria, no había muchas más opciones para estrenar. Una de las películas comodines era “Plegarias por Bobby”, historia que transmitían al menos una vez por semana y cuenta la vida de un chico homosexual echado de casa por su madre, quien luego lo perdona por su terrible pecado de ser marica después de que este se suicidara. No viene a sorprendernos que la frase que más identificaba a la conductora fuera “acompáñenme a ver ésta triste historia”, que era un dicho recurrente debido al estilo de tramas que presentaba.

El programa terminó pocos meses después de que se estrenara la película, pero no me cabe duda de que sería una de las primeras películas en mostrarse en el caso de que el formato del programa se intentara instalar de vuelta. Cumple con todas las características de las películas que se presentaban: películas largas y tediosas durante la primera mitad pero que luego un hecho desencadenaba el drama; algún elemento de catástrofe natural, enfermedad misteriosa o crimen de odio; algún personaje que evoluciona a lo largo de la película, etc.

Aun así, me encantaba ese programa, solía mirarlo mientras almorzaba al volver del colegio; y me encantó Holding The man, se la recomiendo a todo el mundo. Sin embargo, me hubiera gustado haberla visto en el marco de ese programa y solamente en el marco de ese programa. ¿Por qué? Porque la historia transcurre a partir de los años 70´s, hablando de manera muy dramática del HIV, los personajes terminan muriendo y aun así podemos catalogarla como una gran historia de amor. Siendo el año 2020 no quiero ver historias que hablen del SIDA en un contexto donde indetectable=intransmisible carece de sentido. Además, la película sólo es buena si estás predispuesto a llorar, si la ves con otras expectativas terminás mirándola con cara de póker.

En éste post estoy hablando del plot twist de la historia sin miedo a spoilearles nada por dos simples razones. La primera es que en ningún lado donde busquen la sinopsis de la película van a encontrar que habla de HIV/SIDA y no me parece justo que sea eso lo que se intente vender como misterio a revelar. Les cito una sinopsis para que se den una idea de lo que hablo:

“Su historia de amor duró 15 años, que les sirvió para ver todos los obstáculos que marcaron sus vidas: las rupturas, las discusiones, la discriminación, las tentaciones, los celos y las pérdidas. Parece que son una pareja indestructible, hasta que el único problema que no puede resolver el amor, se interpondrá en sus caminos.

La segunda razón es que justamente, el único obstáculo real que tienen que atravesar pareciera ser su infección por VIH. Todo el resto lo sortean muy grácilmente, casi sin dificultad. Sin embargo, luego de su diagnóstico ambos caen en un espiral de situaciones de extrema tristeza que termina en la muerte de ambos. Digo, una de las formas de contar una historia interesante es rebuscárselas para que a los personajes les vaya todo bien hasta que les pasen cosas. En este caso, lo que les pasa es que se mueren de SIDA. Lo único que les pasa y que es digno de la gran pantalla es eso. Es ese el plot twist de la historia y es por eso que no lo cuentan de entrada en las sinopsis. Como fanático de las tramas enredadas y los giros inesperados no pude evitar preguntarme: ¿Es el VIH el comodín que cubre la cuota de dramatismo en el caso de que todo nos salga como queremos?

Escribo éstas páginas siendo una persona VIH-seronegativa, y como tal no es mi intención invisibilizar las historias donde el bicho esté presente. No obstante, asumo que no es este tipo de películas, donde las enfermedades relacionadas cubren todo el espectro de la trama, la clase de representación que se busca. En éste sentido no puedo dejar de remarcar lo obvio, si lo único que se destaca es que alguien es diagnosticado seropositivo luego de tener relaciones sin protección, sobre todo si es homosexual, de alguna u otra manera se está adoctrinando tácitamente contra éste tipo de relaciones. Además, si cada escenario donde esté el VIH va a terminar con alguien muerto no ayuda mucho a una representación positiva de las personas que conviven con el virus.

Habiendo dicho lo obvio, hablemos del amor presentado. Honestamente me parece genial la manera en la que se introducen ciertas dinámicas dentro de la película y no puedo dejar de atribuírselas al hecho de que el filme está basado en una historia real. Timothy Conigrave (interpretado por Ryan Corr), escribió la historia de su romance con John Caleo (Craig Scott) en su libro Holding the man (referencia a una frase utilizada en el rugby, deporte que John practicaba). Siendo el protagonista quien escribe los acontecimientos le da poco margen a los escritores a deformar la historia y agregarle ciertos clichés de los que ya he hablado antes y otros de los que hablaré después.


Por ejemplo, ellos se conocen asistiendo al mismo secundario, una escuela sólo de varones. Tienen un amorío bastante inocente y si bien en ésta escuela (católica) se los reprende, medio que hacen la vista gorda. Puede parecer prejuicioso, pero si un paki hubiera escrito la historia seguro estas escenas son un poco más dramáticas.

Además, si bien ambas familias estaban fuertemente en desacuerdo con la relación de alguna u otra manera la aceptaban. Puede parecer prejuicioso, pero si un paki hubiera escrito la historia seguramente “estar en contra” sería equivalente a “los echaron de sus casas”.

Durante los primeros acercamientos que tienen se muestran muy inocentes (a pesar de que las versiones adolescentes son interpretadas por los mismos actores que hacen de la versión de casi treinta años…). De hecho, si bien John se muestra interesado en Tim, no busca tener relaciones sexuales con este, desde una perspectiva muy “primero hay que conocerse para entregar la palomita” lo cual es bastante raro en las tramas queer, donde en general se coge a primera vista. Parece prejuicioso, pero si un paki hubiera escrito la historia seguro lo que primero hacen es coger y después si hay tiempo pueden llegar a conocerse mejor.

Otro elemento que me encanta como se presenta es el tema de los roles sexuales. Estos son mostrados a lo largo de la película simplemente como dinámicas en la que los personajes se insertaban para llevar a cabo su deseo. Parece prejuicioso, pero si un paki hubiera escrito las escenas seguramente el rol sexual se hubiera presentado como un juego de sumisión/ dominación.

También hay varios momentos en los que los personajes se ven como blancos de micro-homofobias que superan o ignoran sin que éstas se conviertan en situaciones de discriminación. Lo cual es bastante acertado teniendo en cuenta que, en términos generales, los trolos estamos bastante preparados para escuchar que alguien a la distancia nos dice “puto” sin que esto desencadene lágrimas. Parte del orgullo es poder elegir qué cosas te van a doler y cuáles no. Parece prejuicioso, pero si un paki hubiera escrito la historia seguro esas micro-homofobias hubieran terminado en largas y dramáticas escenas de empoderamiento desproporcionado.

Podríamos mencionar varios elementos más, pero creo que con eso basta para ejemplificar cómo el hecho de que las historias sean contadas por las disidencias que las protagonizan mejora sustancialmente el contenido. Por otro lado, decir que, a mí parecer, la única razón por la que ésta película está dentro de todo bien es que está contada por la identidad disidente que vivió la historia. A decir verdad, que en el año 2015 se cuente la historia de cómo dos hombres gay mueren de SIDA por las relaciones mantenidas durante un período de tiempo en el que abrieron la pareja es bastante prejuicioso. Sobre todo porque lo que se cuenta pasa 30 años atrás pero se vende como actual.

La historia en sí me parece maravillosa. Pero no veo la ne

cesidad de que se convierta en película. O sea, con las posibilidades que te da el cine, ¿Por qué contar una historia de amor que supera todo menos la muerte? Porque, como vimos anteriormente, nuestro amor solo vende si sufrimos. Por más que todo esté bien, siempre se le puede dar VIH a los personajes como para que las cosas se pongan picantes.

Quiero dejar en claro esto: no me importa si sufrimos o nos morimos; me importa qué cosas se dicen que son por las que sufrimos y cuáles son las causas que se nos dan para nuestra muerte. La verdad es que es pedir muy poco, pero si nos quieren matar que sea porque se cayó un avión, o explotó una bomba; nos encontró la mafia; nos resistimos a un robo; nos atropellaron o que se yo, nos animamos a entrar a la supuesta casa embrujada abandonada y que resultaba estar embrujada posta. Hay miles de situaciones en las que podemos morir y que no tengan nada que ver con tener VIH o un crimen de odio. Estoy seguro que cuando hagan la película LGBTQ+ que sucede durante la pandemia del coronavirus, le van a encontrar la vuelta para que nos mate el bicho.

Y no quiero invisibilizar la pandemia de VIH, ni desinformar sobre las problemáticas que la población seropositiva podría tener. Sin embargo, con la poca cantidad de películas que protagonizamos me parece problemático que tan alto porcentaje sea relacionada con el bicho, y que gran porcentaje de estas termine en un final poco feliz.

Ni siquiera estoy diciendo que dejen de plantear ficciones donde estemos enfermos, porque podrían resultar cosas también interesantes. Cinco años antes de Holding The Man se estrenaba Love and Other Drugs, película portagonizada por Anne Hathaway y Jake Gyllenhaal, que habla de un busca vida bastante pillo que se enamora de una chica que tiene Parkinson. En sí, esta obra es un arma de doble filo. Idealiza bastante la enfermedad y coloca al personaje de Gyllenhaal en el pedestal de héroe. Sin embargo, en términos de amor y romance está bastante bien. De hecho la mayor crítica que se le hace es que hay muchas escenas de los actores en bolas como para ser una película romántica (cosa que no se critica de las películas temática queer, porque claro, se sabe que al amor gay siempre le faltó el pudor).

A lo que voy es lo siguiente: si nos van a dar una historia de amor ¡no nos maten! Y si tienen que matarnos, háganlo; pero pónganse más originales, viejo. Me encantaría ver una trama donde, en la actualidad surja el amor entre personas que conviven con el virus y viven una historia de amor. Al final del día no están ayudando a visibilizar la pandemia del VIH/SIDA. Sólo ayudan a reproducir los prejuicios asociados, con un tinte de eximición del pecado de ser gay porque bueno, a los muertos se les perdona todo.


Los créditos finales del filme se presentan el ritmo de Let´s Stick Together de Bryan Ferry , concepto bastante acertado teniendo en cuenta que permanecieron juntos hasta el final, incluso durante los meses en los que Tim vivió sin la presencia corporal de John, su amor se sintió igual que siempre. Me gustaría que en algún momento nos permitieran un amor que no se mantenga tan literal al “hasta que la muerte los separe”, que por una vez el amor sea más fuerte.

 

En el próximo post voy a comentar Call Me By Your Name. Spoiler alert: tengo varios nombres de mierda por los cuales llamar a esta película.

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