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(I) Brokeback Mountain

  • julianponsone99
  • 1 jul 2020
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 25 feb 2021

Como no podía ser de otra manera, nuestra película debutante es el clásico dramático Brokeback Mountain. No es que sea mi primera elección porque tiene una historia particularmente excepcional, ni porque la trama contenga los más inesperados giros. De hecho, apenas cumple las expectativas que uno pudiera tener sobre un amor ficcional de vaqueros que se involucran romántica y sexualmente durante el verano de 1963 y continúan haciéndolo por las décadas siguientes. Sin embargo, y por mucho que me pese, debo concordar con la crítica y decir que efectivamente esta trama marcó un antes y un después en la manera en que se contaban las historias y, en particular, los romances homosexuales. Esto se debe a que los protagonistas de la historia no cumplen los estereotipos que se cargan sobre los hombres gay, todo lo contrario: son clásicos vaqueros del oeste, bien machitos.

Pero más allá de este hecho hay algo que me interesa puntualmente sobre esta película. En general, los foros de internet y también algunos de los más reconocidos diarios del mundo parecen otorgarle a Brokeback un reconocimiento especial como la primera película sobre amor homosexual que también cautivó a un público no homosexual. Lo peor del asunto es que tiene absoluto sentido. Si todavía no la viste te invito a que lo hagas teniendo esto en cuenta: la manera en que está planteada te lleva a pensar que tranquilamente es algo que el actor Troy McClure podría presentar en Los Simpsons.


Hola. Mi nombre es Troy McClure. Tal vez me conozcas de otras películas que presentan el mundo gay a personas heterosexuales como “¡Hey! ¿Y ahora dónde lo meto?” o “Mami, hay un hombre en mi armario.” En la cinta de hoy hablaremos de lo que ocurre cuando no se deja que los gays sean gays…




 

La primera vez que vi Brokeback Mountain tenía, si mal no recuerdo, 15 años. La busqué medio que por obligación, como sintiendo que no haberla visto siendo gay me hiciera un desubicado y quería redimirme. Incluso si nunca la viste sabés, para bien o para mal, que es una película icónica de la comunidad LGBTQ+. Después de que terminó pensé “ok, listo”, y nunca más volví a verla hasta hace unos días atrás para poder escribir estas páginas.

No quiero caer en la crítica fácil y decir que la película fue mala. En primer lugar, porque la película en sí no es mala, tiene actores tremendamente buenos, excelente fotografía, el guion es sobrio, la trama es intensa, en general es bastante buena. En segundo lugar, porque mi propósito no es pensar si el contenido que vemos es bueno o malo, sino en qué lugares nos posicionan los discursos que el contenido reproduce. Si no tuve intención de volver a verla es porque la primera vez que lo hice me decepcionó que no fuera una historia romántica, como tanto te la venden.

Entonces, me parece absolutamente problemático que sea este el argumento que sienta precedente para todas las películas que vinieron después, sobre todo si es en esto en lo que vamos a basarnos para contar la forma que toma el amor en una relación homosexual. En los casi 134 minutos que dura el filme son pocas la escenas en las que vemos amor. Cuando los personajes están juntos no hacen más que reprocharse que nunca se ven o coger (aunque hay más escenas cogiendo con otra gente que entre ellos); el resto de la película se la pasan sufriendo. Lo problemático no es que se la pasen sufriendo, sino que sea ese sufrimiento lo que se venda a los públicos heterosexuales y que sea eso lo que les interese comprar. Como trolo fanático de los romances imposibles de la ficción, no pude evitar preguntarme: ¿Nuestro amor sólo vende si estamos sufriendo o si no lo conseguimos?

A decir verdad, el sufrimiento vende siempre sin importar la circunstancia. El director de Brokeback, Ang Lee, admite que los posters de la película fueron inspirados por los de la conocidísima película protagonizada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. Sin embargo, hay una pequeña diferencia entre una tragedia y otra. No se escucha todos los días que algún hijo de vecino se enamora de alguien impensado en uno de los barcos-supuestamente- más fuertes de la época y luego resulta que se hunde y dicho amor no sobrevive. La verdad que no. Por suerte no. Pero es bastante común saber de alguien que tenía una familia tradicional, aparentando ser hetero y en realidad era gay y lo ocultaba. En las ficciones, las circunstancias que hacen que un amor gay sea épico son, en realidad, fieles representaciones de la vida cotidiana de mucha gente que simplemente se ignora que existen; por eso, cuando las vemos en la pantalla parecen historias extraordinarias.



En una entrevista, el actor Jake Gyllenhaal (que interpretó a Jack Twist) cuenta que durante el proceso de creación del personaje conversó con varias parejas del mismo sexo conocidas por él. Lo que más lo sorprendió, dice el actor, fue “el secretismo que rodea a las relaciones homosexuales y cómo eso se convierte en algo que forma parte de la idea que se tiene sobre lo que es la sexualidad” (sobre todo las primeras relaciones). De alguna forma esto reduce bastante los argumentos que se esgrimen al pedir que haya minorías haciendo y contando las historias de las mismas.

Brokeback Mountain fue originalmente un relato corto publicado en el semanario The New Yorker en 1997. Su autora fue Annie Proulx, una mujer hetero. Los guionistas encargados de convertir la historia en algo digno de la gran pantalla, fueron Diana Ossana y Larry McCarthy, también heteros. Su director, mencionado arriba y también hetero, es reconocido por varias películas en la que cuenta historias sobre personajes LGTBQ+. De los cuatro actores principales, ninguno es homosexual; todos son reconocidos y valorados por sus actuaciones en la película, todos sacaron provecho de esta historia a pesar de no haber vivido en carne propia nada que se le parezca ni que pueda ayudarlos a representarla de alguna manera. Esto hace que no debamos sorprendernos al escuchar que la película presenta un romance gay a un público no gay. Básicamente todos los involucrados en contar la historia fueron heteros que se fascinaron del secretismo al que es sometido el amor homosexual. No estaban interesados en mostrarnos dos hombres amándose, estaban fascinados por dos hombres que tenían un secreto (en la montaña, para ser más específicos).

Esto no quiere decir que de haber habido trolos en la creación de la película hubiera sido mejor la historia ni mejor la producción. De hecho, así como estaban las cosas ya hacía que fuera bastante difícil de producir. Un romance entre vaqueros no era la prioridad de Hollywood, ni de las productoras ni distribuidoras de películas, y sorprendemente tampoco lo era de los actores de la industria. Con más de una decena de actores ya muy famosos queriendo interpretar a Jack y a Rose, Titanic tuvo un presupuesto de U$D200 millones y una recaudación diez veces más grande. En cambio, el western gay tuvo que sufrir varios recortes presupuestarios antes de ser aprobada, llegando a solo U$D 14 millones, menos de una décima parte del presupuesto de la que cuenta la catástrofe naval. Además, no sólo no hubo actores peleándose por protagonizarla, sino que varios de los primeros actores a los que se les ofreció el papel lo rechazaron.

Antes de empezar a hablar de la historia en sí quiero hacer un último comentario sobre la película. Si tuvieran que clasificar el rol de los personajes de Titanic, ¿Alguno de los dos amantes sería catalogado como personaje secundario? No, ¿Verdad? A todos nos parece que ambos son igual de importantes para la trama. Por otro lado, Brokeback Mountain recibió ocho nominaciones a los Oscars, entre ellas estaba mejor actor y mejor actor secundario. ¿Pueden adivinar quien recibió qué nominación? El actor Heath Ledger fue nominado a mejor actor por interpretar a Ennis del Mar y Gyllehaal lo fue a mejor actor secundario por su interpretación de Jack Twist. No me interesa hablar de sus trabajos como actores, la verdad, no viene al caso. Pero el hecho de que la Academia piense que uno de los personajes de la trama pueda ser posicionado como secundario (supporting role, en inglés) nos sirve mucho como disparador para reflexionar la dinámica de la relación presentada en la película y, sobre todo, de la imagen que se construye acerca de las relaciones homosexuales alrededor de esta dinámica.


En primer lugar, a medida que avanzan las escenas se puede notar que es Jack quien pone más expectativas en la pareja. No solo es quien da el primer paso de contactarse con Ennis cuatro años después de haber trabajado en la montaña, sino que de los dos es el único que propone una vida juntos o por lo menos una alternativa a las formas y los tiempos en que se encontraban. Ennis, en cambio, se veía reacio a pensar esas posibilidades. Cuando se plantea a Del Mar como personaje principal, como si la trama en realidad contara como el conflicto lo afectara a él principalmente y no a ambos por igual, en mi opinión, se validan los mismos discursos que justamente hacían que los personajes limiten sus posibilidades de una vida en común. Podemos verlo en la icónica escena donde discuten por última vez en la mística montaña, Ennis le dice a Jack “[…]es tu culpa que yo sea así[…]”.

En segundo lugar, mientras pasan los años, el personaje de Ledger se dirige a lugares cada vez más oscuros y deprimentes. Su aspecto es cada vez más abandonado, convive con una progresiva adicción al alcohol y problemas con la ira y la agresividad. Se le dificulta continuamente mantener relaciones personales y laborales. Ennis sienta un precedente para muchos otros personajes LGTBQ+ que son inspirados en “el chico malo”, solo que en estos casos nunca cambia por nosotros, siempre va de mal en peor. En general, cuando los argumentos de las películas clásicas se van desarrollando descubrimos que la pose de “chico malo” del protagonista es solo eso: una pose. Sin embargo, en las tramas queers no es solo una pose, es una suma sin fin de actitudes agresivas y actos violentos, autodestructivos y dañinos para otros también, siempre desencadenados por la represión del deseo homosexual.

En tercer lugar, ambos personajes deciden casarse y formar una familia heterosexual luego del verano que pasaron juntos. Es decir, decidieron hacerlo a sabiendas de que tenían deseos homosexuales. Esto le agrega un extra de culpa sobre sus hombros cuando dichos matrimonios se derrumban. Como si ellos hubieran sabido que todo se iba a ir al carajo y no les importó y aun así continuaron con la situación a costa de la felicidad de las mujeres que desposaron y los hijos que criaron. La manera en que está contada la historia no solo deja ver que ellos dos eran infelices, sino que se encarga también de mostrarnos cómo esas familias sufren junto a ellos ignorando (o solo sospechando) las razones.

Siguiendo esta línea de pensamiento fue que comenté al principio que la película tiene atributos para ser una cinta del actor Troy McClure. Además de querer presentar la homosexualidad a espectadores heterosexuales lo hace de tal forma que no parece que cuenta una historia, sino una moraleja. Si sos gay la moraleja sería algo así como “la vida es muy corta para vivir una mentira” y si sos paki es básicamente “no jodas a los trolos que ya tienen suficiente”. En el mejor de los casos, nos muestra la historia de dos hombres resignados a las expectativas heteronormativas, opresoras de la sociedad machista del momento en que se desarrolla la historia (y que continúan en la actualidad, claro) pero no es una historia de amor.

No me malinterpreten, me alegra que existan películas como Brokeback Mountain, que se cuenten esas tramas, que se visibilicen esas historias. Mi problema es que únicamente se cuenten esas historias porque se termina creyendo que son las únicas que hay. Porque uno mismo termina creyendo que son las únicas historias que se pueden vivir. Entonces, cuando se quiere vivir una fantasía uno recurre a las tramas heterosexuales, solo para creer por un ratito que alguien nos puede llegar a decir “si saltas, yo salto” porque estamos cansados que nos digan que la culpa de todo es nuestra, pero aun así no sabemos cómo renunciar a ellos.

Luego de 15 años de estrenada, me gustaría que ya podamos pasarla a la categoría de “clásicos” y que haya otras películas que nos resulten representativas de nuestras experiencias amorosas y sexuales. Me gustaría que haya alguna otra película que logre ser igualmente icónica pero que termine con un final un poco más alentador que una muerte distorsionada y un vaquero reprimido recordando al amor de su vida a través de una camisa ensangrentada. La escena final termina con una canción de Bob Dylan interpretada por Willie Nelson, “He was a friend of mine”. Se las dejo por si quieren llorar un poquito pero por si no quedó claro se los digo: no eran amigos.


 

En la próxima entrada voy a estar comentando un largometraje latinoamericano, chileno mas especificamente, que fue más que galardonado en los principales festivales de cine: “En la gama de los grises”. Spoilert alert: esa película tiene mierda de todos los colores.

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