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No se aflijan, los medios no los juzgan.

  • julianponsone99
  • 8 jul 2021
  • 11 Min. de lectura

Violencia mediática y justicia poética. ¿Cómo representan los medios de comunicación a las personas privadas de su libertad? ¿De qué modos se busca empatizar y reivindicar ciertos crímenes? ¿Cómo se ocultan los privilegios?

El portal TN.com.ar publicó el pasado 4 de julio una nota sobre la rutina penitenciaria de los ocho rugbiers detenidos por el asesinato de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell. La nota que se tituló “Deprimidos, sin visitas higiénicas y aislados [..]” vio la luz un día después del asesinato de Samuel, el joven español de 24 años que murió violentado al grito de “Maricón”.

La muerte de Samuel no fue muy diferente a la de Fernando: un grupo de machos (trece y ocho sujetos, respectivamente), cargados de violencia heteropatriarcal y esgrimiendo un discurso de agresión sujeto y validado por la hipermasculinización tóxica de los ambientes que frecuentaban, redujeron a un chico solo. Con la lógica de la patota, la manada. Hicieron un fortín entre varios para no dejar a la víctima recibir ayuda y permitieron que otros asesinen a golpes al objetivo.

“Además de continuar siendo amigos, todos están imputados como coautores del delito de homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas”, dice la nota resaltando el lazo que los unía antes y después de matar a Fernando. Como si resultara destacable y hasta simpática la inquebrantabilidad de su amistad. Los ocho eran, efectivamente, amigos. Algunos incluso hermanos o primos entre ellos.

Sin embargo, la lógica de la manada excede los lazos de parentesco. Tal es el caso de los que violentaron a Jonathan Castellari, en 2017, luego de decirle “Hoy me levanté con ganas de pegarle a un putito como vos” o el de los que atacaron a Cristian Guevara, éste año, en una fiesta mientras le decían “Vos cállate, putito de mierda”. Esa misma lógica que rige las dinámicas del rugby dentro y fuera de la cancha, con la agresividad que lo caracteriza, pareciera ser factor común en estos crímenes.

No son simplemente amistades, son relaciones previas o esporádicas que surgen como consecuencia de un odio a lo diferente y a una reafirmación del ideal cis-hetero-patriarcal de la violencia por sobre todas las cosas. Invisivilizado o, cuando no, justificado, los patrones del accionar machista son desdibujados por la violencia mediática que se ejerce buscando moldear el imaginario colectivo en párrafos de empatía para con los asesinos. En otro punto la nota dice: “No hay un líder definido pero sí un pensamiento común, uniforme y alineado que abraza los mismos miedos e incertidumbres”. ¿Miedo a qué tienen estos representantes del privilegio heteropatriarcal y de clase?


“Ellos están a la espera del proceso y ansiosos por conocer la fecha del juicio. Sin embargo son conscientes de que ya están juzgados. Lo saben desde el momento en el que se exhibieron sus rostros y todo el país pidió que sean condenados”, expresa en voz de una fuente la nota de TN. Más de la mitad de los caracteres están ocupados en dejar en claro que ellos temen por su vida dentro del penal, que sienten la mirada vigilante del juicio de quienes los rodean y que, si bien esperan el juicio oral, no quieren ni imaginar cómo sería su vida fuera de la cárcel si es que fueran liberados.

Con todo ese despliegue victimizante- como a favor de la rápida progresividad de su proceso penitenciario- tiene sentido la mención de la depresión de los reclusos en el título de la noticia. Se aclara también que la depresión es por el encierro y el aislamiento. No se menciona los sentimientos de culpa ni remordimiento por parte de aquellos que están encerrados y asilados, justamente, por matar a alguien. “Durante estos meses exhibieron cambios de conducta muy notorios, con cuadros depresivos”, dice una de las fuentes que el redactor eligió destacar antes de aclarar las causas del diagnóstico.

En 2003, Ilan Meyer postuló el Modelo de Estrés de Minorías (MEM), un recurso metodológico de la psicología que explica la especificidad del vivir cotidiano de, entre otras minorías, las personas no-binarias y no hetero-conformes. Estipula que se deben evaluar las múltiples fuentes de estrés social que afectan a dichos colectivos: eventos de discriminación, expectativas de rechazo, ocultación de la orientación sexual o la identidad y los mecanismos ligados a la homo/transfobia interiorizada (interiorización del estigma).

Delgado et al, sintetizan: “Éste estrés es único dado que se suma a los estresores generales que son experimentados por todas las personas. Así, las personas discriminadas requieren un esfuerzo de adaptación superior al requerido por otras similares que no lo son. Además, es crónico, ya que es un tipo de estrés relativamente estable en el tiempo. Finalmente, está socialmente enraizado, es decir, se deriva de procesos sociales e institucionales, radicados en la estructura social, de difícil modificación, y por ello, más allá de las capacidades de las personas para cambiar las condiciones del entorno aversivo”.

Muchos de estos eventos estresores están intrínsecamente relacionados con la violencia machista y el homo-transodio. Dice la nota: “Sienten que todas las personas los odian y con ello el temor de la agresión física, dado que la verbal es constante” y no es una sensación diferente a la que las personas del colectivo LGBTIQ+ vivimos a diario. Sin embargo, lo sentimos por el simple hecho de ser, de existir, sin haber cometido ningún crimen, sin haber matado a nadie.

Cuando vemos desde el título que, a modo de gancho, se utiliza la palabra depresión (deprimidos) resulta importante traer a colación algunas cuestiones:

  • Un estudio realizado en Chile concluyó que el prejuicio sexual contra las identitades trans resultaba en un deterioro de la salud mental y autoestima de las mismas, grave en muchos casos y duradera en la mayoría.

  • Otro estudio sobre orientación sexual y depresión en adolescentes, realizado en EEUU, reveló: “Las disparidades de orientación sexual en los síntomas depresivos persistieron de la adolescencia tardía a la edad adulta joven y fueron parcialmente explicadas por la baja satisfacción familiar, la victimización por ciberacoso, y las necesidades médicas no satisfechas”.

  • Finalmente, otro estudio realizado en Ecuador sobre las características de la depresión en poblaciones LGBTIQ+ resultó en que “el 64.6% presenta algún grado de depresión, el 19.4% presenta depresión moderada y severa, el 10.8% prensenta depresión muy severa. El 71% ha sufrido homofobia y discriminación, el 30.1% han sido víctimas de violencia y el 73.1% han sufrido acoso por su orientación/identidad sexual. El 23.7% ha intentado quitarse la vida

Una investigación que abordaba más de 40 estudios sobre suicidio en disidencias sexuales probó que la tasa de ideación suicida, intentos y suicidios efectuados era casi el doble que en muestras de poblaciones no disidentes. El mismo estudio resalta que: los resultados con incompletos debido a la precariedad metodológica de los estudios; son enfocados en países desarrollados y los resultados podrían agravarse en países no desarrollados; la gran mayoría data de hace menos de una década, con lo cual no se puede ver una mejora o empeoramiento en el tiempo; los países que tomaron medidas de prevención en base a los estudios no lograron cambios significativos, es decir, es parte de un sistema muy complejo y estructurado socialmente.

También explica que la falta de estudios sobre el tema se debe al poco interés que genera el suicidio en general, el suicidio en personas LGBTIQ+ en particular y que se explica por el problemático tratamiento del tema en instituciones de distintas índoles, entre ellas, los medios de comunicación.

La misma nota de TN explica que la depresión de los imputados es causada meramente por el encierro y el aislamiento. También en la nota explican que las condiciones del lugar donde están, la atención médica que reciben, el tratamiento psicológico, la comida, los tratos por parte del personal, entre otros, son óptimos o “bastante tolerables”. Vale la pena mencionar que, al contrario del caso de los rugbiers, la vida penitenciaria de las disidencias (en particular las trans) son precarias y son parte de lo que se conoce desde organismos internacionales de DDHH, como mecanismo de Tortura, tratos crueles inhumanos y degradantes.

En un compromiso activo con las personas travestis y trans privadas de su libertad la Agencia Sudaka (agencia de noticias LGBTIQ+), en colaboración con OTRANS (organización social), documentó una serie de encuentros con personas travestis y trans alojadas en centros penitenciarios en las ciudades de Los Olmos y La Plata.


Las reclusas denunciaron el mal estado estructural de las celdas donde vivían, la falta de higiene, de calefacción, los malos tratos por parte del staff. Muchas de ellas fueron recluidas en pabellones para hombres o recibieron de manera constante y sistemática desmerecimientos a su identidad, insultos y denigraciones. Fueron obligadas a ducharse con reclusos varones y su intimidad fue vulnerada innumerable veces.

Algunas de ellas conviven con el virus del VIH y no fueron tratadas por largos periodos de tiempo o su vida fue puesta en riesgo por las condiciones del lugar. En particular una de ellas cuenta que a pesar de tener su medicación vomita todo lo que come, porque la comida es incomible, precaria y la mayoría de las veces llega en mal estado. En cambio, la rutina alimenticia de los rugbiers, según cuenta TN, es la siguiente: “Cada día, el servicio de cocina entrega el desayuno y la merienda. Ambas comidas incluyen infusiones y pan con mermeladas. En los almuerzos y las cenas les sirven diversos platos, como milanesa de pollo con arroz o milanesa de carne con ensalada de repollo, tomate y lechuga. También pata y muslo de pollo con papas al horno y risotto. Por lo general, de postre comen gelatina o flan”. Además cuentan con los complementos que sus familias le entregan.

En el título se resalta que no reciben visitas higiénicas, las cuales estaban suspendidas a causa de las restricciones por la pandemia Covid-19, como explica la propia nota. De todas formas, para poder ir a una visita higiénica debes poder comprobar que estás casado, en concubinato o en una relación de más de 6 meses. Aún más importante, tenés que querer ir: solo uno de ellos anotó a una novia como visitante y hace varios meses que la chica ya no va. El régimen de visitas no presenta irregularidades relacionadas a un prejuicio por su caso, como querría aparentar la nota. En cambio, recientemente la Justicia tuvo que declarar inconstitucional que no se le permitiera las visitas higiénicas a parejas del mismo sexo, cosa que se venía denunciando.

La misma nota también remarca que están aislados del resto del pabellón porque su seguridad corre peligro y que si les pasara algo el Estado es responsable. Dos párrafos se dedican a decir que ellos no protagonizaron ningún incidente dentro de la unidad penitenciaria, que trabajan en la quinta de la alcaidía y que leen mucho. Otro más en comentar que no hicieron ningún pedido especial ni de privilegio.

No obstante, vemos que cada uno de los detalles que presenta la nueva vida de los rugbiers imputados en el asesinato de Fernando está cargada de privilegios. La violencia del propio caso se transforma en violencia mediática al momento en que éste tipo de nota empáticas y reivindicativas se publican. Ellos no cometieron un femicidio, un transfemicidio o un crimen de odio, pero la agresividad que caracterizó el asesinato de Báez Sosa viene del mismo lugar: la violencia machista, hetero-patriarcal e hipermasculinizada. La misma que define muchas de las lógicas del juego cuya pasión despertaba en los ocho imputados: el rugby.

El caso de Villa Gesell no fue el primero ni el último de una larga lista de golpizas, agresiones y asesinatos perpetrados por grupos de rugbiers. En uno de los casos más virales hasta prendieron fuego viva a una persona en situación de calle a manera de divertimento. Luego de cada episodio los clubes de rubgy y sus distintas organizaciones lanzan comunicados apenándose por esos “incidentes aislados” que no deberían “manchar el juego” para después invocar a “los valores del rugby” que, según ellos, no son matar indigentes o golpear disidencias. Pero, ¿cuáles son esos valores?

Juan Bautista Branz describió, para su doctorado en ciencias de la comunicación, dos valores principales que rigen las dinámicas de juego y, sobre todo, de sociabilidad en el rugby. La caballorisad y el honor marcan la cultura legítima de la práctica, dentro y fuera de la cancha.

“Vos te terminás de cagar a palos con un flaco, termina el partido y lo saludás, charlas en el tercer tiempo…[…] porque vos ponés el cuerpo y el otro también, y al mismo tiempo no buscas lastimar, o sí buscás lastimar pero buscas lastimar para ganar, no para lastimarlo al flaco, de última si lo lastimas che, ¿estás bien?”, dice uno de los entrevistados por Branz respecto a la caballerosidad.

“Vos pensá que por más que sean 15 contra 15, hay un momento que vos estás frente a un flaco que lo tenés que bajar o lo tenés que pasar, es el uno contra uno, ese uno contra uno lo tenés que ganar. La regla no te permite cagarlo a trompadas, entonces, si a mí me hubiera pasado eso yo lo hubiera ido a buscar al flaco y le hago dos tackles más fuertes que el que me hizo. Eso es el honor”, dice otro.

Además de detallar los distintos modos en que la agresividad se funde con la hipermasculinización; lo lúdico con la guerra; la victoria con la dominación, el autor destaca la marcada endogamia que hay dentro de los clubes, el elitismo, el machismo, la homofobia y en particular, cómo la identidad individual se sacrifica por la pertenencia al grupo. El conocido valor de “darlo todo por el equipo” es justamente eso: darte, entregarte todo por el equipo. Esa pensar como equipo es esa anteriormente mencionada “amistad” que une a los asesinos de Fernando.

Cuando se destaca que celdas adentro no piden ningún tipo de trato especial no deja ver que fuera de ellas denostaban todos los privilegios que uno pueda imaginarse. De hecho, el accionar que los llevó tras las rejas fue sintomático de esos privilegios, fue reafirmativo de ellos, fue privilegio hecho performance. Según Alejandro Cánepa, exarbitro de rugby, en una entrevista con Página|12, hay un discurso de "nosotros contra el resto" dentro de los clubes. “Nadie puede decir en público somos mejores porque tenemos más dinero, pero sí se puede decir somos mejores porque tenemos tales valores", dice Cánepa.

Todas las personas privadas de su libertad deberían estar viviendo como los rugbiers. No desde una mirada punitivista, porque el sistema penitenciario no debería pensarse desde ese lugar, sino desde la garantía de sus derechos. Pero sí todas lxs presxs deberían recibir tratamiento médico y psicológico si lo necesitaran; alimentos dignos y en condiciones de poder ingerirse; tener un Estado que vele por su seguridad; la posibilidad de trabajar y desarrollarse; y, sobre todas las cosas, que tengan garantizado el juicio justo.

Lo que están viviendo ahora no es más que uno de los pocos ejemplos del sistema judicial argentino actuando de manera correcta y del sistema penitenciario funcionando como corresponde. De igual manera, como dice otra nota del mismo TN, el caso de Fernando es el primer caso de semejante violencia en el que se tiene tanta evidencia filmográfica contra los sospechosos. La familia Sosa todavía espera el juicio oral, todavía espera justicia. Por más que en diferentes oportunidades el hetero-patriarcado quiera absolverlos y proponerlo como otra cosa, el día a día de los rugbiers es, de algún modo, justicia poética.


 

Fuentes:

--Las imágenes son genéricas o sacadas de las mismas notas, donde no estaban firmadas. La foto de los rugbiers con medias de arcoíris son los Ciervos Pampas, primer equipo de rugby disidente de América latina--

· “Derechos de las personas privadas de libertad .Ley 24.660

· Branz, Juan, (2012), “Rugby y masculiniDaD: Dos caras De una misma moneDa... sólo para hombres” en “Deporte y ciencias sociales: Claves para pensar las sociedades contemporáneas”, Universidad Nacional De La Plata.

· TN (SIN FIRMAR), “Los rugbiers detenidos por el asesinato de Fernando Báez Sosa renunciaron al juicio por jurados: cómo sigue la causa”


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